Absurdas Contradicciones...

Siento la lluvia caer. La oigo de lejos, pero penetra en cada poro de mi piel. Se mezcla con las lágrimas que intentan borrar el ayer. No lo consigo, porque no hay ningún ayer pendiente, pero si un presente que en un futuro próximo podría pasar a ser mi más triste ‘ayer’. Incomodidades, incertidumbre, ramas que se cuelan por mi mente y me desvían de lo que en realidad quiero.

Sé quien soy, pero a veces olvido quien quiero ser. Dos caminos paralelos que un día se cruzaron y, desde entonces, son parte del mismo.

Olvido que es mejor desear lo que tienes que tener lo que deseas. Descuido que las tentaciones son parte de las carencias del amor, y me pierdo entre ellas. Deseo más de la cuenta, pero a la vez espero sentada por puro conformismo.

Espero que llegue el momento clave pero mientras tanto no sé si me engaño por miedo al fracaso o a equivocarme: por miedo a haber mesurado mal la felicidad. Porque la felicidad, más que ser un estado no es más que el resultado de mezclar la paz, el amor y la libertad. Si más no eso me enseñaron los años. Me quedan otros tantos para asegurarme la equivocación.

Pienso con el corazón, y me guío por el deseo. Me paso las noches dibujando un encuentro perfecto en la oscuridad. Sé que nunca llegará pero soy feliz así. Hasta que empieza un nuevo día y los remordimientos mezclados con la inseguridad de saber qué es lo que quiero me atormentan de nuevo.

Vivo al paso del tiempo. Pero aún no lo conozco del todo. Sé que me está dando ventaja para, cuando me decida, decirme que ya es tarde. Son sus armas secretas. Y lamentablemente todos nos damos cuenta tarde.

No sé si eres mi musa. Sin embargo, hace tiempo que no escribía lo que en realidad siento. Sin embargo, contigo en la cabeza he dado un paso más. Escribo y te pienso. Escribo y te siento. Escribo y me imagino ese encuentro perfecto a medida que las letras se suman una tras otra.

Tendría mil formas para decirte que te deseo. Solo es eso. No me preguntes por qué. Ni hasta cuándo. No quiero saber si es ético o moral. Tan solo te digo que, como viene siendo costumbre, escribo las cosas lo más lejos posible para que la protagonista no puedo encontrarlo. Simularé fingiendo indiferencia. Siempre lo hago. Hasta que un día lo que en realidad podría haber sido se esfuma como esa sonrisa efímera que, no sé tú, pero yo aún la guardo como eterna. Parece una contradicción. Pero es mucho más sencillo de lo que crees. Y tiene gracia, hablarte a ti sabiendo que estás a años luz de saber lo que siento.

Si supieras las noches que he llegado a dormir con el recuerdo de esa mirada eterna. Si supieras la de veces que he repetido ese abrazo extraño y fuera de lugar. Te busco y no estás. Me cansé de mostrar indiferencia a tus gestos, y ya es tarde. No sé si ese es mi castigo. Pero dicen que no hay castigo peor que el de la indiferencia. Estoy de acuerdo. Pero convivo con otro peor: tu ausencia. Y es que preferiría tu ignorancia por mi absurda indiferencia, que perderme esa mirada cargada de brillo que hace tiempo dejé de tener.

Tus ojos te delatan. Pero ya no sé donde están. Talvez es un buen momento para poner punto y final. Y quizá es un buen momento para preguntarme cuándo el deseo se transforma en amor. Y es que cuando me oigo pronunciar esa palabra, tiemblo porque sé que algo hay. Es difícil oírmela pronunciar. Y ahora mismo, estoy temblando.