Pensar me consume. Y a la vez, no pensar me obliga a recordar que hay algo que me inquieta. Es ella. No sé que hacer. He escrito algún que otro post sobre el tema. Y no puedo olvidar algo que en teoría me consume.
Dejaré el post pocos días. No me gusta mostrarme tan clara y dejarlo al descubierto. Me sinceraría con mi diario, pero él no me daría otra respuesta que la que en realidad tengo. Y no tengo ninguna. Así que no tendría respuesta. Y necesito vuestra ayuda. Es una cuestión de tranquilidad. De cerrar una etapa. No sé que me pasa, pero es como si hasta que no tuviera una respuesta no pudiera vivir en paz.
El tema es mi dentista. Supongo que lo recordaréis. Es penoso recordarlo, pero en fin. La cuestión es que no puedo dejar de pensar en ella.
Tenemos la misma edad, y un punto en común: mis muelas del juicio. Ahora ellas ya no están, y talvez es la premonición de que ya nada nos une. Pero no sé porque extraña razón siento por ella algo extraño que nunca antes se me pasó por la cabeza.
Le doy vueltas, y no llego a ninguna conclusión, excepto que soy idiota. Pero eso no es ninguna novedad a estas alturas.
Ya nada más verme me saludó con una sonrisa y un ‘hola guapísima’. Y para que os hagáis una idea, aquí empiezan ya mis dudas… ‘Hola guapísima’ me decía siempre. Puede ser por dos razones. La primera que realmente me vea guapa. Y la segunda, que es la que yo mantengo, que no. Mi teoría es que si ves guapa a una persona, no se lo dices de manera gratuita. Puede parecer una estupidez, pero no lo es. Guapa = es fea, pero simpática. Puede significar ‘dile guapa, que se sentirá bien ya que no lo es’. Puede ser simplemente una manera de tratar a un paciente. Pero en fin. No haré más reflexiones acerca de lo que pienso, porque haría un post eterno, inteligible, pesado y aburrido. Espero no acabar haciendo eso. Ahí os dejo el tema.
En resumidas cuentas, nos vimos en ocho ocasiones. No teníamos tiempo para intimar, y menos aún con mi boca abierta la mayor parte del tiempo. Mis otros dentistas son bordes, secos, serios, y parecen mudos. Ella es distinta. Enseguida pareció haber una química. Es como si nos conociéramos de toda la vida. Pero mi estupidez se encargó de actuar por mí.
No daba señales de nada. Solo me limitaba a no poder dejar de mirarla y sonreírle. Ella se encargaba del resto. Seguramente afinidad por compartir nombre. Lo escuché una vez en una serie de médicos. Qué casualidad… En fin. Mientras el lenguaje corporal la mostraba como una chica que me sonreía cada vez que cruzábamos miradas, y me acariciaba el brazo de vez en cuando, mirándome siempre a los ojos, las demás cosas cambiaban un poco la situación.
En una ocasión me acarició la lengua preguntándome sonriendo ‘ya está dormida?’. En otra ocasión, cuando yo tenía miedo de que me hiciera daño al sacarme los puntos, me dijo ‘lo haré tan bien que me darás un beso’. Al acabar, puso la mejilla y me dijo ‘el besito…’. Yo sonreí pero mi estupidez me impidió besarla.
Otro día, fui por una infección, pero ella no estaba ese día. La semana siguiente cuando fui de nuevo, me dijo qué te pasó el otro día?’ –cómo sabe qué fui?-. En fin, contesté con un ‘nada… una infección’ con cara de inocente. Ella me dijo ‘anda, dame un abrazo…’. y estuvimos como cinco segundos las dos super juntas acariciándonos la espalda.
Pasaron las ocho sesiones. De vez en cuando había miradas. Una vez sonó la canción ‘Tengo que confesar que a veces, no me gusta tu forma de ser…’. La cantó mientras me quitaba la muela. Pero el ‘no’ no lo dijo. Me miró. Otro día soltó de golpe a su compañera: 'los planes están para romperlos'. Justo después, me miró. En otra ocasión, y eso al principio, dijo a su compañera: ‘si te cansas aguanta, que ella lo vale’. El ‘ella’ era yo. Entonces añadió apresuradamente ‘bueno, nosotras dos lo valemos’.
Cuando me iba de la consulta, me acompañaba a la puerta. Para que os hagáis una idea, hay unos diez dentistas trabajando en diferentes salas, y cuando sale un paciente entra otro. Ella me acompañaba siempre saliendo de la sala. Nunca lo vi hacer con nadie más. Siempre se esperaba a que cerrara la puerta. Mientras, ella estaba allí. Entonces, antes de irme, la miraba por última vez. Ya tres metro allí estaba: mirándome, sonriendo, sacándome la lengua y cerrando un ojo.
En fin. Había una complicidad extraña que el último día pareció desaparecer. Sabíamos las dos que ya no nos veríamos más. ‘Bueno, ya hemos terminado me dijo ella’. ‘Sí…’ me limité a contestar. Las dos estábamos de pie en la puerta del box, esperando algo. Al menos yo. Entonces dijo ella: ‘nos veremos por aquí… no?. ‘Supongo…’ me limité a contestar. Entonces cogí y me fui a recepción. Esta vez no me siguió. Esta vez no hubo intención de pedir un beso, un abrazo, o de sonreirme.
Si fuera simple complicidad, porque iba a no hacer lo de las demás veces? Son muchas incógnitas que intento quitar de mi mente, porque no me llevan a ninguna parte, pero no lo consigo. Deseo olvidarme de ella, pero no puedo. Deseo saber por qué me pasa esto, pero no encuentro respuesta. Y necesito saber por qué esa actitud de ella conmigo. Y por mucho que pienso no encuentro respuesta. Y eso que hace cerca de medio año que no nos vemos.
Qué pensáis? Necesito tirar una página con letras desordenadas, pero siento que hasta que no las ordene no puedo hacer el siguiente paso. Esas letras desordenadas son ella. Y el siguiente paso llegará cuando tenga una respuesta.
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