lunes, 1 de enero de 2007

Cuando Ella Me Dejó...

Cuando descubrí que también me gustaban las chicas… O mejor dicho, cuando descubrí que desde siempre me habían gustado las chicas, me planteé lo siguiente. “¿Cómo sabes que te gustan si nunca has besado a ninguna?” Pero la deseché al instante, dado que por el contrario jamás me había preguntado “¿cómo es que te gustan los chicos si nunca has besado a ninguno?”… Estúpida pregunta. Lo sientes. Es algo que notas, superior a ti. Y no te hace falta rozar los labios con alguien para saber que te atrae. Simplemente con pasarme el día soñando con esos ángeles de mi más tierna adolescencia, me valía.

Hasta que llegó ella. De carne y hueso. Real. La primera. Su nombre era (y supongo que sigue siendo) Silvia. Cuando la vi por primera vez reconozco que no me sentí atraída por ella. No la veía preciosa, ni espectacular, pero tenía algo que me gustaba… Y hasta que no me besó, no comprendí que, por mucho que yo no quisiera, era tardé: ya estaba enamorada. Vivíamos a una hora en coche. Y todo esto pasó en cuestión de tres meses. Sí… Es lo que tardé en estar enamorada. Pero lo complicado estaba por llegar.

Fue mi primer amor. Eso es lo que creí hasta hace 4 años y medio, cuando conocí a la que ahora es mi chica. Hoy veo que aquello no era más que el deseo de la primera experiencia. Pero esa no es la cuestión. Por aquellos momentos ella era mi mundo, mi razón de vivir. Y yo, por mi parte, era una ilusa inexperta en el amor que confiaba en toda voz femenina.

Quedábamos no muy a menudo. Nos llamábamos aún con menos frecuencia. Y los tristes y escasos sms a la semana se hacían suficientes para alimentar el amor que yo sí sentía.

Jugó conmigo. O eso creo. Igualmente, ya no importa. La herida tardó más de un año en cerrarse. Ahora, ya está cicatrizada. Al vernos mi mundo dejaba de girar. Mejor dicho, no sé si giraba; para mí solo existían sus ojos, sus labios, su sonrisa, sus caricias… Solo existíamos ella y yo. Cuando mis sentimientos estaban más firmes y confiados, y mi confianza, a su vez, cegada por sus mentiras… me dejó. Lloré y lloré por dentro. Me hice la fuerte de cara a un mundo que todavía nadie conocía. Oculté lo inocultable y sonreí a unos amigos que no sabían porque estaba triste. Pero intentaba salir adelante. Me la encontré un par de veces en una discoteca que no era de ambiente, y tuvo las narices de coquetear conmigo, besarme y provocarme sabiendo que caería. Y efectivamente, caí.

Pasaron meses y meses. Pasé altos y bajos. Oscuros y claros. Días de todo. Hasta que saqué fuerzas para salir adelante. El hecho de no verla me ayudaba. Una vez me llamó arrepentida. Se presentó en mi casa a la 1 de la madrugada y me la llevé a un castillo precioso. La besé sabiendo que sería la última vez. Y odié ese momento. No hay nada como el último beso: es triste; con todo el alma, sí, pero lleno de dolor. En mi caso, repleto también de rencor, de rabia, de odio… y en su esencia, todavía de amor.

Efectivamente, el día siguiente siguió mostrando indiferencia. Pero esta vez yo estaba decidida a olvidarla. Y lo hice. Cuando apenas pensaba en ella, conocí a la que ahora es mi chica. Llegó por sorpresa. Yo no quería relaciones por el momento, pero al verla supe que era lo que siempre había soñado. Le conté todo lo de Silvia y otra más que pasó por el camino dejándome también una herida difícil de curar –otro día tocará su turno-, y empezamos de cero.

Un tiempo después, cuando más feliz era, recibí un sms de Silvia. Era corto, claro y sencillo. “Hola, cuanto tiempo! Como estás? Si te preguntara si quieres salir conmigo, qué me dirías?” (El texto es literal. El mensaje se me quedó grabado). Mi respuesta, me cogió desprevenida hasta a mí. Me sorprendí al ver que no sentía dolor. Ni rabia, ni odio… Tan solo indiferencia, y una enorme satisfacción al ver que una sonrisa se adueñaba de mi cara. No le contesté. Y desde entonces sé que las lágrimas que un día derramé por ella, volvieron a mí en forma de sonrisa. Porque cuando durante un período todo parece negro, un día u otro llega el sol de nuevo. Demostrado.

2 comentarios:

rosario dijo...

hola te cuento hace unos meses me dejo lo que tu llamas mi chica y todos se preocuparon por mi la tristesa en los ojos me delataban pero me dedicaba ha decir no pasa nada estoy bien me negue todo sentimiento y te estaras preguntando claro a que viene todo este rroyo de una extraña a que he leido tu vivencia y me he derrunbado no te imajinas lo que he llorado al fin joder el poder de las palabras gracias

Dulcinea dijo...

Hola rosario! en primer lugar gracias por pasarte por mi blog y por tus palabras!
Siento que mi post te haya hecho llorar, no era mi intención :(
Sé que es difícil, pero la experiencia muestra que si te ha dejado, tarde o temprano lo agradecerás. Piensa si merece la pena estar con una persona que te hace daño... Si ella sí merece la pena, lucha por ella!! Si el motivo por el que te ha dejado te ha hecho daño, está claro que no mereces estar triste!
Cualquier cosa que necesites, cuenta conmigo!
besos!