lunes, 1 de enero de 2007

CUANDO EL PASADO VUELVE

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo debo ser la excepción… Porque llevo toda la vida dándome tropiezos en el mismo lugar.

Siento caos, indiferencia, e inquietud por no saber qué hacer con mi vida: si seguir con la persona con la que llevo cuatro años, o cortar por hechos del pasado que aparecen de repente pero que son de tal importancia que podrían ser perfectamente el motivo de poner punto y final a tantos buenos ratos.

Me pasa por tonta. O por buena. Por gilipollas. O por ciega. Por incrédula. O por creer demasiado en los demás. Y es aquí donde quería llegar… Y es que si lo que ha llegado a mis oídos es cierto, acabaría con cuatro años sin dudarlo.

Pero siempre queda la duda: la duda de que sea parte del pasado, y la duda de pensar que talvez no fue del todo como me han contado. La duda que provoca la venda que muchas veces pone el amor en los oídos del que no quiere escuchar. Y yo, en este caso, no seré la excepción.

Hoy me levanté feliz. Pero el tiempo avanza y hoy, además, me he permitido el ¿lujo? de comprobar como también puede retroceder para traer al presente lo que nunca supe.

Y así me acostaré hoy… Pensando si merece la pena seguir adelante a pesar de las novedades que, paradójicamente, el pasado me ha traído. Pensando si fue un hecho puntual o no fue más que el principio de algo que aún hoy sigue existiendo.

Debería contarle lo que sé, pero soy así de estúpida. Prefiero derramar lágrimas sobre la almohada, que permitirme el lujo de cuestionarla sobre algo que sé que aunque me niegue probablemente sea verdad.

Es lo que pasa cuando el pasado vuelve: que sirve para cuestionar lo que hemos hecho desde el preciso momento en que se desvaneció. ¿Dejarla sin querer hacerlo, o estar con ella sin, -tal vez- deberlo? Lo consultaré con la almohada.

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