Llegó la primavera. Y no sólo en el Corte Inglés. Con ella ha llegado el turismo… ¡¡y de qué manera!!
Ya había olvidado esas caras blancas rebosantes de protector solar. Y esos cuerpos expuestos al sol sin piedad tras la carrera por volver ¿rojos? a su país.
Vamos, que te dicen que han estado tomando el sol encima de una barbacoa, y te lo crees. Los distingues, básicamente, por su cara rebosante de felicidad… pero quemada!!
Había olvidado también lo que era ir en tren sin oír cánticos absurdos en una lengua que desconozco. Y el tatareo de canciones de los 70 con ese acento “estranjehrou”. Había olvidado ese olor a perfume en exceso. No deben saber de medidas, porque de ser así no comprendo el porqué de esos cuerpos untados de ¿mantequilla?, ¿merengue?, ¿nata? ¡No! ¡De protector solar! Que tampoco entiendo de que les sirve, porque terminan como gambas: rojas, y con los ojos saltones. Tampoco se explicaría el porqué de tanto perfume, de esos movimientos en manada, ni el de esa voz tan elevada (aunque deduciendo que todos hablar en un tono mmm… ¿fuerte?, talvez seamos nosotros los que conversamos bajito).
Pero en fin… exceptuando las largas colas en Mc Donald’s, Burger King, KFC, Pans & Company y demás tugurios de comida rápida, no hay cosa que me moleste más que ese paso tranquilíííííísiiiiiiimo, calmoooosoooo, que definiría como un “sin prisa, pero CON pausa”.
Mi intención hoy, perseguida por los vicios, no era otra que ir a comprar tabaco en el Corte Inglés de Plaza Catalunya (sí, venden…), el de la primavera… el culpable de todo. Y a pesar de tenerlo delante de la boca de metro, se me ha antojado un paseo larguíííísiiimo…
Ya bastante me cuesta seguir ese ritmo tan lento, y aceptar que vengan por delante, por detrás, de frente, en sentido contrario, por la izquierda, por la derecha… ¡¡hasta en diagonal!! Que encima tengo que soportar que se paren en medio de la calle simplemente porque sí. Así, de buenas a primeras, y sencillamente porque les apetece. No creo yo que sea tan difícil seguir un orden… Como dice un popular anuncio de televisión “si miles de pájaros vuelan por el cielo sin chocarse, porque no podemos hacerlo nosotros?”.
He esquivado a una mujer que venía por mi izquierda, en diagonal, justo después de que la de delante se frenara en seco para apretarle la coleta a su niña. He conseguido dar tres pasos sin ningún percance, hasta que un alemán montado en bici ha hecho sonar su timbre para que todos nos apartáramos. “Lo tienes difícil, majo”, pensé. Y una vez me disponía a entrar en El Corte Inglés, (porrr fiiiiiiiiin), otra mujer se para justo en la entrada. ¿El motivo? Simplemente debería sentirse a gusto bajo el aire acondicionado. Le debería hacer gracia. Y a mi, desde luego, no me hacía ninguna.
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